Pilares de la nueva normalidad
2 octubre, 2020Jobmedical socio colaborador de CAEA
16 diciembre, 2021
Cuenta Martin Seligman en su libro “Aprenda Optimismo” que dos factores de riesgo de la depresión son el estilo explicativo pesimista y la rumiación (darle vueltas a pensamientos culposos, catastrofistas o eternizadores de las adversidades sin tomar ninguna decisión o curso de acción).
Y ¿qué es el estilo explicativo? Tal y como su nombre indica cómo se explican la realidad las personas, lo que me ocurre en el día a día, sean éxitos o adversidades, y según esa pauta se puede ser optimista o pesimista. Y cómo se explica la realidad un pesimista o un optimista, pues en función de tres variables:
- Personalización
- Amplitud
- Permanencia
Personalización hace referencia al locus interno vs externo que alumbraría Rotter, psicólogo del aprendizaje social, y que hace referencia a qué atribuyo yo mis éxitos o mis fracasos. Si atribuyo mis éxitos a mis capacidades y mis errores al contexto, a lo que me rodea (otras personas o situaciones de presión) seré más optimista que una persona que se explica las adversidades acaecidas por su “culpa” y los éxitos los atribuye a la suerte o a sus compañeros.
En cuanto a amplitud, es importante distinguir cuál es la amplitud del impacto de las adversidades o de los éxitos en las personas. Si una persona pierde el empleo y el impacto no se amplía a otras áreas de su vida, esto es, cómo es como pareja, deportista, miembro de una ONG o de una asociación, es decir, si la adversidad (pérdida del empleo) se circunscribe únicamente al área específica laboral, será más optimista que una persona cuyo alcance de la adversidad es más amplio y deja de ser buena pareja, deportista, etc. En resumidas cuentas, cuánto es de catastrofista la persona.
En cuanto a la permanencia, si consideramos las adversidades como permanentes en el tiempo, así como sus causas, seremos más pesimistas que personas que consideren las adversidades como contratiempos y que lo bueno o los éxitos han venido para quedarse.
En programas donde se entrena la resiliencia, como por ejemplo hace el ejército de los EEUU con sus soldados, se enseñan técnicas para aprender a identificar estos tipos de pensamientos y a desarticularlos para que no hagan daño, para que no minen la autoestima y el optimismo de las personas. Para que no hagamos caso a nuestra cabeza que en ocasiones, borracha de emociones negativas, nos culpabiliza y hace eternos y catastróficos nuestros errores, a los que damos vueltas y vueltas, sin tomar ninguna decisión o curso de acción. Que como decía Fenelón: “El sufrimiento depende no tanto de lo que se padece cuanto de nuestra imaginación, que aumenta nuestros males.”